Me das a beber del caño con tus manos
como iluminado en el rito de sembrar la verdad,
en tanto ensayamos las formas crecientes del deseo
que me erige en hembrarreina.
Registro los ruidos de la habitación,
el regodeo del gato sobre la silla
junto al diario que habíamos comenzado a leer
y el mar ahora
como una garza crestada de blanco y rojo
confunde su ruido con el canto del gallo de mi vecina.
La voz salpica las paredes.
Yo cojo tu estambre rojo entre mis yemas,
tú deslizas tus dedos por mis dos hongos
y alimentándonos cércote como loba
para aquellas transgresiones perversas que practicamos
entre los pequeños bastiones de la intimidad.
Y eres mi padre y eres mi hijo
y eres el perro hambriento que yo esclava esclavizo
y sucumbe con mi lengua por la punta de tu nariz.
Otra vez loba me haces y cordera,
perro hambriento nuevamente y corderillo,
mamón eres por ciencia de ungimiento
al aviso de mi tráquea gutural.
Son un río de crecida el deseo y la ternura,
los puentes ceden, braceo hacia arriba y tú me inundas.
Lanzamos la piedra al agua que nos traspasa.
desde el pecho a las orejas,
como ahora hace más de veinte años.
Pavana, poema de Alicia Galaz-Vivar Welden incluido en Oficio de mudanza (1987)
Pintura: Hold tight, de Joan Semmel (1973)