Entonces, me mira a los ojos y hunde los dedos dentro de mí, hondo, muy hondo, tan hondo que se me va la cabeza y se me cierran los párpados. Me sopla en las pestañas, con la boca muy cerca de la mía. Sus dedos están muy hondos, perdidos dentro de mí, tocando en las profundidades de mi vientre una música que me enloquece. Hace que se me retuerza el cuerpo, que se me arqueen los riñones, nunca se detiene. Va más y más hondo, más y más deprisa, tanto que ya no soy sino una muñeca de trapo.
Voy a hablar de Sarah, de Pauline Delabroy-Allard (2018)
Ilustración de Raffaele Marinetti