emperifollados

Annie Proulx


Nunca hablaban de sus relaciones sexuales, dejaban que surgieran, al principio solo en la tienda de noche, luego a plena luz del día con el sol cayendo a plomo, y de noche en el resplandor de la hoguera, deprisa, a lo bruto, riendo y resoplando, no sin ruidos, pero sin pronunciar una maldita palabra a excepción de la vez que Ennis dijo: «Yo no soy maricón», y Jack se apresuró a dejar claro: «Yo tampoco. Una y no más. Esto queda entre nosotros». Estaban los dos solos en la montaña, volando en el aire frío y euforizante, contemplando desde las alturas el lomo de los halcones y los faros de los coches que reptaban por la llanura, por encima de los asuntos corrientes, lejos de los mansos perros de los ranchos que ladraban por la noche.


Brokeback Mountain, de Annie Proulx (1997)

Ilustración de Noah Dao

Annie Proulx, Brokeback Mountain, Noah Dao
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