Entre el angosto espacio que hay entre ella y la balda de enfrente se encuentra el preceptor de latín. Está colocado entre la blanca uve de las piernas de Agnes. Tiene los ojos cerrados; la sujeta con las manos por la curva de la espalda. Han sido sus manos las que han desatado los lazos del escote, las que le han bajado la camisa, las que le han sacado los pechos a la luz… y qué asombrados y qué blancos parecen, así, al aire, en pleno día, uno al lado del otro; sus ojos castaños los miran atónitos. Sin embargo, fueron las manos de ella las que levantaron las faldas, las que la empujaron hacia atrás en la balda, las que atrajeron hacia sí el cuerpo del profesor de latín. Tú, le dijeron las manos, te he elegido a ti.
Y ahora esto… este arrebato. No se parece a nada que haya vivido antes. Le recuerda a una mano al ponerse un guante, a un cordero que se desliza, mojado, de las entrañas de una oveja, a un hacha al rajar un tronco, a una llave que gira en una cerradura engrasada. ¿Cómo es posible, se pregunta, mirando al preceptor a la cara, que una cosa encaje tan bien, con tanta precisión, con esta sensación de acierto?
Hamnet, de Maggie O'Farrell (2020)
Ilustración: The Hug, de Subtle Change of Subjet