emperifollados

Góngora

Al tronco Filis de un laurel sagrado

Reclinada, el convexo de su cuello

Lamía en ondas rubias el cabello,

Lascivamente al aire encomendado.


Las hojas del clavel, que había juntado

El silencio en un labio y otro bello,

Violar intentaba, y pudo hacello,

Sátiro mal de hiedras coronado;


Mas la invidia interpuesta de una abeja,

Dulce libando púrpura, al instante

Previno la dormida zagaleja.


El semidiós, burlado, petulante,

En atenciones tímidas la deja

De cuanto bella, tanto vigilante.



Poema de Luis de Góngora (1621)

Pintura: Venere dormiente, de Giorgione (1510)

Giorgione, Góngora, Venere dormiente
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