La pospornografía produce nuevas narrativas del placer que no sólo permiten la visibilidad de las sexualidades disidentes sino que además funciona como invitación a experimentar la sexualidad de manera lúdica, desprejuiciada y creativa. No pretende ser instructiva, ni aleccionadora. Todo lo contrario. Es inquietante, incómoda y perturbadora. La pospornografía se aleja nuevamente del porno para mostrar otras corporalidades posibles, declaradamente artificiales, híbridas, tecnológicas. Las representaciones producidas no trabajan sobre la correspondencia entre sexo, género y práctica sexual, sino que experimentan una autorización plena al juego y la libre combinación entre estos tres elementos inamovibles en la lógica heteronormativa. Esta es su mayor y más deliciosa perturbación.
Usina posporno, de Laura Milano (2014)
Imagen de UKI, a viral live performance (Shu Lea Cheang, Quimera Rosa, Diana Pornoterrorista, Post-Op y Oskoff Lovich, 2011)