Encontraba a Carola provocativa, con su cuerpo tan macizo, tan fresco, tan bien plantado, y la picardía que le daba su gran descote. Se hacía provocativo el descote de Carola, porque no estaba acostumbrada a descotarse. Parecía que la carne, tanto tiempo recatada, había guardado sus reflejos de madre-perla, las cuales lucían con una procacidad que no tenían los otros descotes, ya deslustrados por tantos ojos como los miraron.