Sospecho que la pornografía femenina, cuando empiece realmente a andar, será algo muy distinto: cálido, humano, divertido, peligroso, psicodélico, con parámetros completamente diferentes a la pornografía masculina.
No hay más que leer Mi jardín secreto, de Nancy Friday, una antología de las fantasías masturbatorias femeninas, para poder generalizar con alegría que, mientras las fantasías masculinas son breves, potentes y directas, un poco como «My Sharona» de The Knack, las femeninas son como una pieza sinfónica cambiante de Alice Coltrane. En sus fantasías, las mujeres crecen y se encogen, cambian de forma, de edad, color y emplazamiento. Se manifiestan como vapor, luz y sonido, emiten destellos luminosos entre personalidades contradictorias (enfermeras, robots, madres, vírgenes, chicos, lobos) y un zodiaco de posiciones mientras, como sospechas, se siguen imaginando con un estupendo peinado. NINGUNA mujer se ha corrido nunca pensando que está mal peinada.
Pero esto es sólo el principio. Imagina que la pornografía no fuese únicamente ese follar absurdo, mecánico, como salido de una granja de cría intensiva: algo desapasionado, meros ejercicios de aerobic, interesado sólo por las penetraciones ultrarrápidas y las eyaculaciones aparatosas. Imagina que hablara del deseo.
Porque lo único que no pude encontrar aquella noche mientras navegaba por internet fue deseo. Personas que realmente quisieran follar entre ellas. Tenían que follar. Imagina lo que sería ver a dos personas echando un polvo en esa primera y candente fase de atracción, cuando las pupilas se te dilatan sólo con mirar al otro, y necesitas hasta tal punto fundirte con él que prácticamente le arrancas la ropa en cuanto se cierra la puerta. No puedo ser la única que haya tenido alguna vez un polvo tan espectacular, compenetrado, cinematográfico e intenso; de esos que, al acabar, te tumbas y piensas, con los oídos zumbando aún: a la CNN le habría encantado filmar esto. REALMENTE esto tendría que haberse transmitido por teletipo.
En un mundo donde puedes conseguir un riñón de repuesto, un Picasso en el mercado negro o un billete para viajar al espacio, ¿por qué no puedo ver verdadero sexo? Gente follando porque lo desea. Alguna chica con un vestido medio respetable que lo esté pasando en grande. Tengo DINERO. Quiero PAGAR por esto. SOY UNA MUJER DE TREINTA Y CINCO AÑOS Y SÓLO QUIERO UNA INDUSTRIA PORNOGRÁFICA MULTIBILLONARIA DONDE PUEDA VER A UNA MUJER CORRERSE.
Cómo ser mujer, de Caitlin Moran (2011)
Fotografía: Jeanna Fine’s first sex scene, 1986. Perteneciente a la serie American Ecstasy, de Barbara Nitke