Cuando Ella empezó a hacer el amor con Paul, durante los primeros meses, lo que decidió el hecho de que ella se sintiese enamorada de él y pudiese manifestarlo, fue que en seguida experimentó un orgasmo. Un orgasmo vaginal, naturalmente. No lo hubiese podido conseguir si no le hubiera amado. Es el tipo de orgasmo que nace de la necesidad que un hombre siente por una mujer, y de su confianza en esta necesidad.
Al cabo de un tiempo él empezó a utilizar métodos mecánicos. (Leo la palabra mecánicos y me doy cuenta de que un hombre no la utilizaría.) Paul comenzó a emplear manipulaciones externas, produciéndole a Ella orgasmos clitóricos. Aquello era muy excitante, pero había algo en ella que no lo aceptaba. Sentía que él lo quería así, lo cual significaba que, instintivamente, no deseaba entregarse a ella. Sentía que él tenía miedo de la emoción, sin saberlo o sin ser consciente de ello (aunque quizá sí lo era). Un orgasmo vaginal es sólo emoción; nada más. Se experimenta como emoción y está expresado en sensaciones que no pueden distinguirse de las emociones. El orgasmo vaginal es como fundirse en una sensación vaga, oscura y general, como si una fuera arrastrada por un remolino de aire cálido. Hay varias clases de orgasmo clitórico y todas ellas son más potentes (la palabra es masculina) que el orgasmo vaginal. Pueden tenerse miles de estremecimientos y de sensaciones; pero sólo hay un orgasmo femenino de verdad, y es el que se produce cuando un hombre, movido por lo más profundo de su necesidad y deseo, toma a una mujer y exige que le corresponda. Lo demás es un sustituto y resulta falso: toda mujer, incluso la menos experimentada, lo siente así por instinto. Ella, antes de ir con Paul, no había tenido nunca un orgasmo clitórico. Se lo dijo y él se alegró mucho.
—Bueno, por fin resulta que en algo eres todavía virgen, Ella.
En cambio, cuando le dijo que era la primera vez que tenía un «orgasmo real», como ella se empeñaba en llamarlo, de una intensidad tan profunda, él frunció el ceño involuntariamente y observó:
—¿Sabías que fisiólogos eminentes sostienen que las mujeres no están físicamente constituidas para experimentar el orgasmo vaginal?
—¡Vaya! Pues no saben lo que se dicen.
Y así, con el transcurso del tiempo, cuando hacían el amor su atención fue desplazándose del orgasmo real al clitórico, y llegó un momento en que Ella se dio cuenta (e inmediatamente se negó a reflexionar sobre el asunto) de que ya no tenía orgasmos reales. Esto ocurrió muy poco antes de que Paul la abandonara. Es decir, que emocionalmente ya sabía la verdad, mientras que su inteligencia se negaba a reconocerla.
El cuaderno dorado, de Doris Lessing (1962)
Pintura: Danaë, de Jean Baptiste Regnault