Tan ardiente le salió la cometierra, tan bestia gozadora y lujuriosa, que esa noche, en la cancha, lo mandó cortado dos veces antes de haber avanzado siquiera cinco metros desde el punto de vista penal hasta la raya de gol; y en el tercer polvo, exigido a gritos y rasguños por la gorda cuaternaria, fue ella la que se montó sobre él y lo metió a la rastra dentro del arco.
El Fantasista, de Hernán Rivera Letelier (2006)
Ilustración de Antonio Páramo