No era sofisticada, así que no cometí el error que tantas chicas cometen y llaman amor. Era un instinto sexual glandular y natural. El amor es algo completamente diferente de la simple fornicación. Toda mi vida pensaría de ese modo. Cuando pudieras combinar amor y coito con el placer, esa sería la mejor manera de ser única. Si tuve un poco de esa alegría en la niñez y adolescencia, fue gracias a que tenía necesidades y me faltaba inocencia. No tenía absolutamente ningún sentido del pecado. Más tarde tendría dudas, pero no durante mucho tiempo. Soy una optimista tenaz.
Memorias de una madame americana, de Nell Kimball (1970)
Fotografía de Henri Cartier-Bresson realizada en un burdel de Alicante (1933)