Jacky era de una de las figuras de mi boceto, y, por supuesto, mi favorita como tema. Era tan repugnante, tan ordinaria, tan vulgar, que no podía dejar de admirarla. Y era una modelo brillante, también. Un cuerpo como el de Afrodita, una cara como la de la Virgen y la capacidad de permanecer inmóvil durante horas en cualquier pose que le pidieras. Yo siempre he preferido mujeres a lo Rubens. Nada de esas enjutas figuras de Boticelli, todas ellas puntas y ángulos. Con Jacky tenías la opulencia de la forma redondeada y plena, embellecida por una piel carente de defectos que era como de mármol. Era la personificación de la fecundidad. Todo en ella era sensual, carnoso. ¿Qué mas se podía pedir?