Tímida, no conociste las torres.
Pero ahora vas a percibir una
con el maravilloso
espacio que hay en ti. Tapa tu cara.
La levantaste, sin sospechar nada,
con un giro y un guiño y un vistazo.
Él ve la perfección súbitamente
y yo, bendito, me refiero a él.
¡Ah, qué apretado estoy allí!
Mímame para que salga a la cúpula:
para derramar, en tus suaves noches,
con el empuje de un misil que ciega regazos,
más emociones de las que poseo.
Poema fálico IV, de Rainer Maria Rilke (1915)
Ilustración de Martin van Maële incluida en La grande danse macabre des vifs (1905)