Aunque algunos piensan que la pornografía, a diferencia del erotismo, se agota y recurre a estereotipos muy bien identificados, yo creo, al contrario, que ella guarda una suerte de misterio parecido al de la eucaristía o la confesión. Es decir, se trata (mal que bien) de un ritual, de la repetición ad infinitum, del arcano apenas entrevisto, luego fácilmente agotado y otra vez vuelto a sentir, a vivir con el alma y el cuerpo.
Herir tu fiera carne, de Eloy Urroz (1997)
Imagen: Hollywood Porn Star, de Jonathon Krimbell (2011)