El orgasmo es un fenómeno extraño y fantástico. No tiene nada que ver con el aburrido trabajo rutinario que desempeña el cuerpo para mantenernos vivos. Mientras el corazón late para bombear sangre a todo el organismo, el intestino hace ruido y tritura para que absorbamos los alimentos, y el cerebro vibra con impulsos nerviosos para mover el cuerpo y trazar planes, el orgasmo tiene una función muy especial. El orgasmo no es más que el placer que hace que gimamos, se nos crispen los dedos de los pies y se nos erice el vello. Es nuestro pequeño premio.
Ha habido muchos intentos de definir qué es el orgasmo, y los investigadores no se ponen muy de acuerdo. Según la medicina tradicional, es la cúspide pasajera de un intenso placer sexual ligado a contracciones rítmicas de la musculatura genital.
Los sexólogos modernos consideran demasiado limitada esa definición. Cada mujer experimenta el orgasmo de forma distinta. Además, desde el punto de vista físico es posible experimentar orgasmos desagradables u orgasmos asexuales, por ejemplo, en situaciones de abuso o en sueños. De hecho, hasta una de cada tres mujeres tiene orgasmos mientras duerme. Por lo tanto, según los sexólogos sería mejor decir que el orgasmo no es más que un desahogo repentino e involuntario de la tensión sexual, como un arco tensado que se suelta.
Esto significa que es posible tener orgasmos sin placer, orgasmos sin contacto físico con los genitales y orgasmos sin contracciones genitales. Algunas describen solo una sensación cálida, un hormigueo que se extiende por todo el cuerpo y, a continuación, una inconfundible sensación de haber «acabado». Un elemento común en todas es que saben cuándo tienen un orgasmo. Si no sabes si has tenido un orgasmo, es que no lo has tenido. Así de impreciso y, sin embargo, así de sencillo.
El libro de la vagina, de Nina Brochmann y Ellen Støkken Dahl (2017)
Dibujo de Natalie Krim (2020)