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Me interesa explorar los misterios del beso y bosquejar elementos de una posible filematología (de filema, la voz griega para decir "beso"). Pero beso se dice de muchas maneras. Poco tienen que ver los besos de amor fraternal y filial, el beso de Judas, el beso de la paz, o el beso como saludo, con el beso erótico. El que me interesa es el último, el único que se da con la boca abierta. Según la etimología del verbo "besar" y del sustantivo "beso", el beso erótico con la boca abierta sería el más antiguo, el primero. "Beso" viene de basium en latín, que probablemente tenga sus orígenes remotos en el verbo sánscrito bhaad, "abrir la boca". El beso erótico, en particular el beso en la boca y el beso con la lengua, que ya aparecía evocado en los versos del Cantar de los cantares, es el más complejo, el más sofisticado de todos los besos, en primer lugar porque es un beso que se da y se recibe a la vez, y en segundo lugar porque requiere mucho más que el mero contacto con los labios. Del beso erótico participan la lengua, los dientes, la saliva, el aliento, las manos, los brazos, el cuerpo entero. Sabemos que el beso erótico, lejos de ser una práctica moderna u occidental, es algo propio del ser humano, universal y transhistórico. Antiguas estatuillas, bajorrelieves, pictografías, frescos y mosaicos hallados en templos hindúes y aztecas, en cuevas del País Vasco, en lupanares pompeyanos, en iglesias bizantinas celebran el beso como intercambio de almas y fundición de cuerpos, como origen de la vida. Acaso influidos por las varias estatuas romanas de Cupido y Psique besándose que sobrevivieron de la Antigüedad, Canova, Rodin y Brâncusi exploraron el tema en la escultura. Klimt, Hayez, Magritte y otros hicieron lo propio en la pintura. Hollywood hizo del beso una marca registrada. Sin embargo en todos estos casos, el beso en sí, lo que sucede adentro de las bocas, es un misterio que permanece sellado. Pintores y escultores representan la cadencia de los cuerpos de quienes se besan, sus expresiones extasiadas, sus bocas entreabiertas o cerradas, pero el beso en sí permanece inaccesible. Los besos en el cine suelen ser secos y por ende castos, más bien la repetición de una liturgia iconográfica que una auténtica exploración del fenómeno osculatorio. Es en la poesía, y en cierta tradición poética en particular que se origina en la Grecia helenística, florece en la Roma imperial y resurge con vigor en el Renacimiento, donde uno encuentra algunas de las más explícitas y exhaustivas evocaciones del acto de besar. Esta tendencia en la poesía de los siglos XV, XVI y XVII florece al tiempo que filósofos, médicos e intelectuales se dedican a pensar los fenómenos del amor y del erotismo con inusitado entusiasmo.
El sentido olvidado. Ensayos sobre el tacto, de Pablo Maurette (2015)
Pintura: Kiss painting #2, de Betty Tompkins (2006)