emperifollados

Claudio Rodríguez

Ahora me salen las palabras solas

y te estoy esperando

junto al viento envidioso de la luz,

muy cerca de la plaza. Y estoy viendo

los tobillos recién amanecidos

sonando a horno. Es la primavera curva

querida, vena a vena,

antes de entrar en el misterio. Cómo

se me está abriendo el día. Y es por vuestras

caderas hondas nunca por los muslos,

ese olor a sobaco que madura

con sudor que yo quiero y huele a trigo

salino, a brea, a fiebre de madera,

a ilusión de la infancia

fácil de despertar como a los hombros

risueños, pero astutos,

color de ala de aquella paloma

que vuela por la plaza

remontándose en giro de lujuria.

En esta plaza de dorado espacio

donde la piedra danza con su sombra

llega el placer de todos los sentidos,

y la visitación de benavides,

y la alegría de la carne, el puro

cuerpo festivo cuando canta el gallo

a lo oscuro,

y el trino ágil del pezón moreno,

y el ombligo que aclara 

tanto beso y ya tanta

noche de las rodillas como desamparadas, 

con tristeza y con lirio,

y el humo hueco de la piel perdida 

sin lunares ni asilo,

y la lascivia limpia de los ojos 

con mil mentiras en cada mirada

esbelta de dinero y de aguamiel, 

y los labios sin bridas y sin pétalos,

y el pelo que reluce, 

suelto y bravío,

y el resplandor de la renuncia...


Momento de renuncia, poema de Claudio Rodríguez incluido en Casi una leyenda (1991)

Pintura: Arianna, de Giorgio de Chirico (1913)

Arianna, Casi una leyenda, Claudio Rodríguez, Giorgio de Chirico, Momento de renuncia
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