Ahora me salen las palabras solas
y te estoy esperando
junto al viento envidioso de la luz,
muy cerca de la plaza. Y estoy viendo
los tobillos recién amanecidos
sonando a horno. Es la primavera curva
querida, vena a vena,
antes de entrar en el misterio. Cómo
se me está abriendo el día. Y es por vuestras
caderas hondas nunca por los muslos,
ese olor a sobaco que madura
con sudor que yo quiero y huele a trigo
salino, a brea, a fiebre de madera,
a ilusión de la infancia
fácil de despertar como a los hombros
risueños, pero astutos,
color de ala de aquella paloma
que vuela por la plaza
remontándose en giro de lujuria.
En esta plaza de dorado espacio
donde la piedra danza con su sombra
llega el placer de todos los sentidos,
y la visitación de benavides,
y la alegría de la carne, el puro
cuerpo festivo cuando canta el gallo
a lo oscuro,
y el trino ágil del pezón moreno,
y el ombligo que aclara
tanto beso y ya tanta
noche de las rodillas como desamparadas,
con tristeza y con lirio,
y el humo hueco de la piel perdida
sin lunares ni asilo,
y la lascivia limpia de los ojos
con mil mentiras en cada mirada
esbelta de dinero y de aguamiel,
y los labios sin bridas y sin pétalos,
y el pelo que reluce,
suelto y bravío,
y el resplandor de la renuncia...
Momento de renuncia, poema de Claudio Rodríguez incluido en Casi una leyenda (1991)
Pintura: Arianna, de Giorgio de Chirico (1913)