Los pueblos para quienes hablar del sexo o mostrar el cuerpo desnudo o aun practicar públicamente el coito resulta perfectamente lícito, tienen sus propias ideas acerca de lo que es vergonzoso: para unos, ser vistos mientras comen; para otros, sonarse; para los de más allá, quitarse los zapatos. Los japoneses consideran el beso como más obsceno que la exhibición del cuerpo desnudo; lo mismo que los esquimales, que en cambio conservan puestas siempre las botas. Los malayos creen incorrecto mostrar el pene, pero no los testículos, que exhiben con toda naturalidad. Y así ad infinitum.
Obscenity as an esthetic category, de Abraham Kaplan (1955)
Ilustración de Lukas Frischknecht