Esa culpa aguafiestas adherida a nuestro gozo nos la hemos ido desincrustando por el tortuoso camino de la zorrería. Hemos descubierto aliviadas que se puede volver a casa con los dedos impregnados de una orgía y solo sentirse deliciosamente sucias y plenas. A veces follando y riendo, te sacude por dentro una explosión liberadora, como si se rompiera de una vez el encantamiento patriarcal que nos volvió esclavas temerosas antes de haber nacido. «Nada me hace mas feliz que sentirme comprendida y conectada con otros seres perversos... morder las carnes más jugosas, meterme dentro de sus entrañas... sacrificando con entusiasmo nuestras propias pieles... ¡como brujas ensangrentadas, locas, gritando eufóricas, follando como salvajes!», aúlla Mariana en su blog tras una noche mágica de amor en manada.
Devenir perra, de Itziar Ziga (2009)
Imagen: Utopias, instalación de Romily Alice Walden (2017)